JORGE F. HERNÁNDEZ
Llevaba la vida con una pesadez que parecía insoportable. Los pasos lentos, las mismas quejas, los gestos incontables del tedio incontrolable y la inquebrantable monotonía que acompaña a los anónimos desahuciados. Pero un jueves inesperado, empezó a levitar sin explicación y se perdió entre las nubes.