EDUARDO CASAR
Al mar le debe remorder la conciencia.
No por los náufragos que se embarcan sabiendo,
ni por el juego lubricado entre unas bocas
y otras bocas mayores,
ni por las agotadas gaviotas que renuncian.
Sino que a veces una mirada
se va distraída sobre la superficie
y la tela se rasga aunque no quiera:
la mirada zozobra,
el horizonte restaña y finge
calma eterna.
Algo le duele al mar.
Basta mirarle las orillas.
Mi maestrito Eduardo Casar Imágen del mar cortesía de Leonardo. Grazie